En los negocios hay una realidad que pesa mucho más que la que podríamos llamar «lo que es» y esta es «lo que los demás perciben«.
Esto afecta especial, aunque no exclusivamente, a la función financiera en lo que tiene que ver con que los inversores y «financiadores» en general continúen creyendo que vale la pena apostar por el proyecto empresarial.
Por bueno y solvente que sea (o haya sido) un negocio, siempre pesarán mucho más las perspectivas y el futuro vislumbrado, que su historia. La historia es el preámbulo nos decía Shakespeare.
Cuando tus financiadores están organizados en un mercado, que puede ser de deuda o de capital, la percepción aún cuenta más. Gestionarla es especialmente difícil, porque hay que saber interpretar el sentimiento generalizado y gestionarlo. El problema del mercado es que sobre reacciona y te hace dar bandazos.